La Siguanaba
Según la tradición popular, se les aparece a hombres que salen de noche o
infieles en la forma de una atractiva mujer desnuda o semidesnuda, pero con el
rostro oculto.
Cuando los hombres se acercan, la fantasmagórica mujer les muestra su
rostro, que resulta ser el de un caballo (o la de una calavera de caballo en
algunas variantes), por lo que termina enfermándolos, enloqueciéndolos o
matándolos del susto y robándoles sus almas.
Se cuenta que todos los hombres que viajan de noche están propensos a ella.
Pero ella prefiere perseguir a los hombres enamorados, dicen que la Siguanaba
se aventura a aparecerse de día en lugares lejanos y solitarios.
La Siguanaba se les aparece en cualquier tanque de agua o a las orillas de
los ríos, bañándose con una palangana de oro y peinando su hermoso cabello
negro con un peine del mismo metal, mientras su bello cuerpo se trasluce a
través de su fino camisón blanco.
El hombre que la mira queda enamorado de ella. Entonces, la Siguanaba lo
atrae hacia un área solitaria y de poca infraestructura, generalmente un
barranco o un basurero. Ahí, suelta una estridente risa que paraliza de terror
a quien la escucha, mientras gira hacia su víctima para revelarle su espantoso
rostro que se transforma en una calavera de caballo. Sus ojos se tornan rojos y
se salen de sus cuencas, su piel suave y delicada se vuelve arrugada y verduzca
y de su hocico suelta un olor nauseabundo.
El hombre, si acaso logra sobrevivir al susto, debe morder una cruz o una
medallita y encomendarse a Dios para no perder su alma. Las pesadillas, sin
embargo, lo acosarán hasta el día de su muerte.
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